jueves, 13 de octubre de 2011

Las fantasías sexuales


Militares, chacales; lugares públicos, sexo en grupo y hasta el sado, son las fantasías sexuales más recurrentes. Pasar de la imaginación a la práctica rompe el sentido de aquellos lascivos pensamientos. Identifica tu fantasía sexual.

1.- Uniformados. Muchos son los trabajos que requieren de uniforme, pero un bombero con pectorales y bíceps bien marcados que encienda aún más la libido; un policía con espalda prominente y abdomen definido capaz de arrestar por los más perversos comportamientos, o simplemente un militar en pantalones entallados y camuflados que dejen mucho a la imaginación, gracias a unos redondos glúteos y un generoso “paquete”, marcan con detalle la diferencia. “Gajes del oficio” reza el dicho, así que arde en lujuria, agrede a la autoridad con una mirada lasciva o aprende el lenguaje castrense con ayuda de un experto en la materia.

2.- Horchata con canela. Porque la unión hace la fuerza, porque más de tres cabezas piensan mejor que una, el sexo en grupo se hace cada vez más popular, y aunque algunos prefieren llevarlo a la práctica (entonces pierde el sentido de fantasía sexual), otros optan por cambiara a su antojo personas, posiciones y diálogos en su imaginación. Sin duda una orgía de olores y sabores; una opción buena, bonita y barata para los que quieren divertirse mucho y gastar poco.

3.- Ya no hay “buenos” profesores. Ser universitario o preparatoriano tiene grandes privilegios, sobre todo al imaginar que ese maestro, el que de espaldas a la clase luce un semi ajustado pantalón, o al sentarse deleita a más de uno con la tela pegada a los muslos, puede cumplir todos tus caprichos sexuales. Porque los profesores también pueden enseñar muchas cosas a sus alumnos, una buena clase de sexo no está de más, sobre todo si de la teoría se pasa a la práctica.

4.- Los chacales. Albañiles, plomeros y camioneros con aspecto brusco, vulgar y en algunos casos (muy pocos) varoniles, caben en esta categoría. Sus rasgos sexuales, que los describen como cachondos o sexys, se prestan excelentemente a una buena fantasía, tanto que sus herramientas de trabajo pueden ayudarte a satisfacer aquel deseo sexual reprimido: embarrarte de mezcla con él mientras te pone a colar el techo, que te cambie el empaque de la tubería o que te meta reversa mientras te enseña la difícil labor de manejar un trailer.

5.- Lugares y espacios. En la cocina no sólo se satisfacen las pasiones gastronómicas, sino también sexuales; la oficina tampoco es un espacio exclusivo del trabajo intelectual; de igual forma lo es para el sexo; y el metro, como transporte idóneo en horas pico, cuando no cabe ni un alfiler, resulta una excelente opción para cumplir esa lasciva fantasía sexual. Un baño, la playa, el elevador (atorarlo, siempre y cuando tenga espejos) y hasta un parque público, son los lugares más recurrentes en los que fantasear.

6.- Artistas y famosos. Tener en la cama a Brad Pitt y no precisamente durmiendo, bañarse con Fabio Cannavaro o poner en práctica excitantes posturas con el “Yoga Tecaher”, Alejandro Maldonado, son situaciones difíciles de experimentar en la realidad, pero no imposibles de llevar a acabo en la mente. Actores, futbolistas y hasta uno que otro político sexy e interesante, se cuelan en las más recónditas fantasías sexuales. Tú decides qué famoso quieres.

7.- Venderse al mejor postor. Pararse con actitud insinuadora en la Alameda Central o en las calles de Hamburgo y Praga en Zona Rosa, despiertan el cosquilleo de ser “levantado” por alguien mayor, casado y por supuesto, con dinero. Ser un chico malo y provocar las más bajas pasiones en el o los clientes del día, y hasta ser tratado como un “cualquiera”, excitan a más de uno. ¿Será más estimulante imaginar que se es llevado a un hotel de mala muerte por un guarro que sólo pagará cincuenta pesos por un servicio express? ¿Ya lo fantaseaste? En gustos se rompen géneros.

8.- El sado que llevamos dentro. “Al principio duele, pero después te gusta”: fantasear con que se es golpeado, jaloneado, tratado como a un cualquiera, pellizcado o insultado con palabras sucias y vulgares, no cualquiera lo logra, sin embargo, nunca está de más experimentarlo, aunque sea en la mente. Todo es como provocarse intencionalmente dolor de muelas e ir al dentista: al principio tendrás miedo, y después no vas a querer que te la saquen (la muela, claro).


Y cual es la tuya? Dale cuéntanos.

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